EDITORIAL

 

Lo que un habitante común de la mayoría de las ciudades considera “naturaleza”, seguramente es una mínima parte de lo que ella es. Cuando salimos del ámbito urbano, de la mirada común hacia nuestros clichés cotidianos, cuando por alguna razón nos topamos de cerca con la arena, el agua en su curso de río o en su vaivén de mar, una flor, un ala de insecto o un ave podemos sentir que cada cosa nos habla. Que cada ser quizás no estuvo siempre ahí, o de esa manera, pero que por algún extraño privilegio está aquí para nosotros.

 

Esta edición de Biomas es un intento por salir, al menos a una porción, de esa naturaleza que queda aún por descubrir. Buscamos mostrar lo investigado en nuestros encuentros con la vida, con organismos que nos cuentan su historia de superación, su huella en la Tierra. Buscamos que cada uno de los lectores tenga su propia experiencia con lo que el mundo natural pueda sugerirle.

 

Ese extraño privilegio al que nos referimos conlleva en sí una actitud de parte nuestra. ¿Admiramos, ignoramos, destruimos o pisoteamos? ¿Decidimos rescatar o dejar como está? Pareciera que a veces no hay términos medios. “O la institución desaparece o la institución se transforma”, dice contundente Claudio Bertonatti, quien por su paso como director del Zoológico de Buenos Aires pretendió cambiar la condición del lugar. ¿Una naturaleza anti-natural? Paradojas que habrá que responder.

 

Especialistas como él hablan de una crisis ambiental, una crisis de las especies en su entorno natural. Consideramos que hace falta escucharlos y dar aliento a las acciones que se desprendan de quienes se han formado con una mirada que privilegia la naturaleza por sobre las instituciones, el dinero u otros vicios de las sociedades actuales.

 

Los recursos económicos y políticos que faltan para iniciativas como la de Claudio Bertonatti, el desgano del personal para pasar por un proceso de transformación y las críticas de una sociedad que sigue apostando a los zoológicos llevaron a que este profesional comprometido bajara los brazos en su cometido.

 

En el diálogo mantenido pudimos confirmar, lamentablemente, que los animales llevados al cautiverio en las peores condiciones, el comercio de fauna y la falta de controles por parte del Estado, el desconocimiento de leyes ambientales por parte, incluso, de funcionarios judiciales… todo suma a una complejidad que asombra por las consecuencias nefastas para la naturaleza a la que pertenecemos, desconociéndola tanto.